El Cacique de Yocavil, de nombre Utimba, era uno de
los principales sublevados, padre de la esposa de don Juan Chelimin. Un sobrino
suyo, Sebastián Utisa Mallo, pariente de los caciques Uti, silencioso desde las
sombras se disgusta por la rebelión y toma partida por el invasor. Los admira y
busca ser valorado por ellos. Su afán de riqueza y poder lo lleva a ser aliado
de los usurpadores. Al principio actúa entre los suyos como espía, descubierto
huye y organiza una tropa de “indios amigos”[3],
que junto al ejército español ataca comunidades rebeldes; traiciona y entrega a
Don Juan Chelimin, quien es ahorcado y descuartizado por los españoles.
Don Ramiro Chelimin, primogénito del asesinado, lo sucede
en el cacicazgo. Con la muerte de Don Juan, Sebastián Utisa Mallo se fortalece,
ataca, castiga y masacra a los rebeldes, y ayudado por los españoles derrota
militarmente a Don Ramiro. La comunidad hualfin es deportada a Córdoba y a la cabeza
de los deportados, marcha Don Ramiro Chelimin, amado y reconocido por los
suyos. Los Jesuitas ceden en préstamo terrenos al Cabildo para que residan los
hualfines: al norte de la Quinta Santa Ana y al sur del Suquía, donde hoy se
encuentra el Hospital Nacional de Clínicas, La Escuela Manuel Belgrano, la ex
cervecería Córdoba y el Club Atlético Belgrano. No es casual que una de las
calles del lugar se llame Hualfin. Los hualfines forman familia con los
camichingones y en poco tiempo, Don Ramiro Chelimin Curaca del Pueblo de La
Toma goza de prestigio.
Mientras que Sebastián Utisa Mallo continúa con sus
andanzas: fortaleciendo lazos con los sectores de poder hispánico. El Obispo
Melchor Maldonado y Saavedra visita a las comunidades no sublevadas cerca de La
Rioja, Utisa Mallo llega una tarde y le informa al Obispo, que esa noche lo
atacarían y lo convence para huir en caballo, acompañándolo hasta La Rioja;
efectivamente esa noche los rebeldes atacan la misión. En Septiembre de 1645,
Utisa Mallo se presenta ante el Cabildo de La Rioja junto a una decena de
originarios “pidiendo perdón por los delitos de sus hermanos sublevados y
protestando vasallaje” era el culmen de una historia de traiciones.
En 1650, Sebastián Utisa Mallo se presenta ante la justicia cordobesa, solicitando el curacazgo
del Pueblo de La Toma. Sostiene que “me pertenece esta comunidad ya que estoy dispuesto
a dar la vida por España, y que luchando “contra los indios” puse muchas veces
en peligro mi vida. Don Ramiro es hijo del cruel y perverso Juan Chelimin,
mientras que el Gobernador me hizo
Cacique y Alcalde Mayor del Pueblo de La Toma compensando mis servicios a la
corona. Cuidaré que los indios de La Toma, paguen sus impuestos y realicen sus
servicios”. Mientras que Chelimin se presenta a los tribunales diciendo: “Don
Ramiro, Cacique principal y legítimo”. Este expediente judicial queda truncado
ya que se perdieron o sustrajeron la parte final del proceso[4].
Sospecho con fundamento que la familia Villafañe tiene parentesco con Ramiro
Chelimin[5].
Los archivos favorecen la afirmación, que Utisa Mallo y su familia se fueron de
Córdoba a San Juan “sintiéndose” cacique hasta su muerte.[6]
La traición ha sido una constante en la historia de
las resistencias indígenas. La sed de poder y riqueza o los sentimientos de cobardía
y comodidad estimulan estos actos indignos que tienen vigencia actual. Muchas
veces los gobiernos disponen espacios no de participación y decisión sino de
control y censura. No digo que no hay que relacionarse con el Estado sino no
entrar en connivencia con él. En fin…el poder siempre atrae a los traidores.
EL COMUNERO
[1] Pedro Lozano “Historia de la Conquista del Paraguay”. Sacerdote
cronista de la conquista.
[2] Aníbal Montes. El Gran Alzamiento Calchaquí pp. 109-110
[3] Los españoles y criollos llaman “indios amigos” a los originarios
colaboracionistas del régimen
[4] AHPC Escrib. 1 Leg. 94 exp. 7
[5] AHPC Escrib. 1 Leg. 98 exp 14
[6] AHSJ Caja 4 Cap. 24 F. 6