Una de las convergencias espirituales fue el uso del
CEBIL[1], un árbol que crece solo
en América del sur y en toda ella, las comunidades aborígenes le reconocen
sacralidad. El cebil es un árbol que crece unos 20 metros o más, su tronco promedia los 50 cm.
De una corteza gris obscura y protuberancias cónicas. Es frondoso brindando
protección a animales y personas; sus hojas son semejantes a las de los
algarrobos, aunque más largas y espigadas, florece en primavera y verano
mientras que en otoño e invierno cuelgan sus vainas marrones obscuras y largas.
Junto a los talas, algarrobos, espinillos, quebrachos, piquillines y otras
especies, forman parte del bosque nativo.
Así como del algarrobo podemos hacer patay y aloja[2] del cebil se saca una
bebida dulce de su corteza, tanino para curtiembre, goma para medicina y madera
para construcción. En el Pueblo de La Toma, hubo grandes algarrobales, talares
y cebilares, que fueron diezmados por los núcleos urbanos instalados desde la
conquista. Córdoba, taló algarrobas, talas y cebiles, para fabricar puertas,
ventanas, marcos, tirantes, techos y diversos elementos mobiliarios. Tal fue el
desmonte que el Cabildo tuvo que intervenir con ordenanzas en varias
oportunidades. La desmesurada desaparición del cebil además de los motivos
señalados tiene una razón particular: su uso ritual, su sacralidad. Este árbol
era y sigue siendo sagrado para algunas comunidades que le atribuyen
propiedades espirituales y curativas.
Varias partes de
este árbol, incluida la corteza, los frutos y las semillas, contienen poderosas
sustancias alucinógenas, psicoactivas, como la bufotenina[3]. Los chamanes de las
diversas comunidades recurrían al árbol para lograr una relación directa con
los espíritus. Ya sea para curar, para pronosticar, para adivinar o simplemente
para comunicarse con las entidades espirituales, aspiraban el humo de las
semillas, trituradas y tostadas, mezcladas con un poco de cal o cenizas, esta mezcla aceleraba la
alucinación, efecto de poca duración en el caso de este árbol. Algunos chamanes
exhortaban a su gente a inhalar el polvo de las semillas trituradas o el humo
generado por la cocción; para esto último recurrían a pipas, elemento
precolombino en toda américa. También masticaban las hojas o mordían la corteza
del árbol.
Cuando comenzamos
este artículo mencionamos a propósito del tema, la presencia en nuestro
territorio de sanavirones, diaguitas, avispones y mocovíes, ya que estas
culturas conocían el cebil y sus usos en sus hábitat, y encuentran que en las
sierras de Córdoba hay cebiles y forma parte de la cultura ancestral de los
comechingones. El cebil fortaleció los vínculos de los pueblos oprimidos y
movilizó al Estado y a la Iglesia vecinas del Pueblito para combatir estas
prácticas, no solo “por los efectos demoniacos” sino también para acabar con
toda resistencia cultural. Además el cebil de por sí, era un obstáculo para el
trabajo y la explotación de los
indígenas, planificadas por las instituciones y encomiendas siempre movilizadas
por la codicia.
La Inquisición instalada en Córdoba en 1614 y el Cabildo instituido a pocos días de la fundación, fueron los principales responsables de la aniquilación de cebiles de la zona. Sospechamos que más de un caballero de la Santa Hermandad disfrutaba su cama y ropero de la madera del cebil. Hoy sobreviven algunos de estos árboles en las sierras y montes cordobeses y quizás también en las riberas del Suquía o en diversos lugares de la ciudad confundido como un algarrobo.
EL COMUNERO
foto: Cebil en el Jardín Botánico de Córdoba. Territorio Pueblo de La Toma
[1] Su
nombre científico es Adenanthera colubrina, según el lugar se la conoce como
vilca, huilco, kurupay, en Córdoba y la región andina se lo conoce como cebil.
[2]
Patay es un pan y aloja son comida y bebida que se extrae de los frutos del
algarrobo
[3] Es
un alcaloide con efectos alucinógenos.