Soy un arroyo ubicado al pie de montaña, pertenezco al valle del Suquía. Vengo de tiempos remotos, antes que aparecieran los primeros hombres en estos lugares. Tuve muchos nombres en distintos idiomas ya desaparecidos y que el tiempo olvidó. Los comechingones cuando se referían a mi recurrían a la palabra “san”, que significa río, arroyo y se refiere al agua. Cuando llegaron los españoles y percibieron mi existencia, me impusieron el nombre de Aguaducho modismo vulgar español para nominar a las irregulares corridas de agua.
Soy el Aguaducho, ese arroyo del Pueblo de
La Toma y soy hermano de La Cañada y El Infiernillo, pero mientras ellos
afloran desde corrientes subterráneas, yo corro libremente desde las laderas de
los altos que se elevan y descienden a orillas del río. El Pueblito de La Toma
prefería mis aguas tanto para beber como para higienizarse porque sabían que
era pluvial, es decir de lluvia; mi cuenca tenía un lecho de piedras, que en
ese entonces visibilizaban la transparencia de mis aguas.
La gente me respetaba por mis desbordes en
las torrenciales tormentas del verano cordobés; el Pueblito ya conocía esta
experiencia. Los conquistadores españoles primero y los inmigrantes italianos
después quedaron sorprendidos de mi potencia. Aunque la última vez causé muerte, destrucción y dolor, pero no fue
por obra de la naturaleza sino de la avaricia de la clase dominante que construyó
un enorme terraplén para extender las vías del tren hacia Malagueño en búsqueda
de minerales. Dividió injustamente el territorio de la comunidad de La Toma, y
en poco tiempo a causa de las lluvias se fue formando un embalse artificial en
su costado sur. Enero de 1890 fue azotado por un temporal, la fuerza del
embalse destruyó el terraplén y las aguas
bajaron impetuosamente hacia el Suquía buscaron mi cauce totalmente
desbordado arrasando árboles, animales y hombres sean originarios, criollos e
inmigrantes. Fue irresponsabilidad de “la civilización y el progreso” tan
aclamados por la elite política, económica e intelectual. En el mismo tiempo
que construían el dique San Roque en la naciente del Suquía, se ocuparon de mí,
reforzando por primera vez mi cauce con pircas en mis riveras.
Era el primer intento de domesticarme,
pero sobrepasé esas pircas en repetidas ocasiones despertando el temor de los
que me conocían. Comenzaron a “sistematizarme” 4 años después que
desarticularon la comunidad de La Toma y transformaron la propiedad comunal de
los comuneros en propiedad privada. El gobierno Juarista inició un carnaval de
remates aprovechándose del sistema impositivo y la venta de los pastos comunes
ahora mensurados, y re vendió a los
inmigrantes europeos que venían con muchas esperanzas y poco dinero. La
economía liberal generaba riqueza favoreciendo a unos pocos y excluyendo a
otros; esa exclusión produjo en mis nacientes -es decir las barrancas donde
actualmente se sitúa el Sheraton y el Nuevo shopping de Duarte Quiròs- un
conventillo en el que se refugiaron personas descartada del sistema, indios del
Pueblito, negros del abrojal y gringos en desgracia; ese asentamiento de
indigentes fue conocido como El Infiernillo, que no tiene nada que ver con mi
hermano el arroyo, sino con los condenados a la miseria. Estos empobrecidos sin
servicio alguno no pudieron mantenerme limpio, mientras que los vecinos
pudientes y las empresas comenzaron a utilizarme como basural, y así mi cauce
bajaba sucio y apestoso al río; mis aguas habían perdido toda la transparencia
de antaño.
En 1930, en la década infame, comenzaron a
entubarme para invisibilizarme, tapándome, encubriendo la perversidad que el
sistema liberal había producido y me convirtieron en un pasaje que llevaba mi
nombre. Los desarrollistas construyeron torres y barrio Alberdi comenzó a sufrir
un cambio urbanístico que generaba una nueva manera de relacionarse, fría e
individual que no eliminó la sensibilidad social del histórico barrio. Cuando
mi hermana La Cañada en los años 40 fue transformada en una bella dama y en un
símbolo de la ciudad, terminaban de entubarme. En el transcurso de las décadas siguientes,
fueron trasladadas inhumanamente las villas miserias, mis vecinas. En los
ochenta embellecieron el Pasaje, le pusieron de nombre “Reforma Universitaria”,
seguía el proceso de invisibilizaciòn aunque confieso que no me disgusta porque
fui testigo en 1918 de esa reforma, una movilización social juvenil que
transformaba “los dolores en esperanzas”.
Soy un arroyo indígena que fue conquistado
y colonizado junto a los comuneros de La Toma. ¿Pretendieron domesticarme? Lo
intentaron; ¿pretendieron eliminarme? No lo lograron; ¿me trasformaron en
arroyo subterráneo? Aparentemente si, trataron de desaparecerme como lo
hicieron con el Pueblito y no pudieron; me he transformado en una vena de este
territorio; trataron de esconderme para invisibilizarme como pretendieron con
La comunidad de la Toma, ¡tampoco nos vencieron! Todas la luchas del Pueblito y
Barrio Alberdi: la desarticulación de la comunidad originaria, el desalojo de
sus familias, el surgimiento del nuevo barrio con raíces profundas, la reforma
universitaria iniciada en el Clínicas, los gritos y los silencios piratas con
los festejados goles de Belgrano, el Cordobazo que tuvo epicentro en mi seno,
la larga resistencia cervecera; en definitiva, todas las causas y luchas de
este territorio son mías desde este obligado curso subterráneo. Desde lo
profundo de la tierra: seguimos resistiendo, existiendo y revelándonos.
EL COMUNERO
* Video e imágenes fueron realizadas el día jueves 12 de enero a las 14 horas.
(COSTANERA R. MESTRE 1600, FRENTE ISLA DE LOS PATOS)