Después de meses de travesía por el Atlántico, llegan ellos, enjaulados y hacinados en los barcos negreros, ensuciados por sus orinas y materias fecales, empapadas por su menstruación, muchos de ellos y ellas prefieren largarse al mar para liberarse; por eso varios vienen encadenados, y todos por las noches enjaulados. Estas personas han sido cazadas por los esclavistas o trocadas por telas y artefactos. Llegan heridos y hambrientos; llegan embarazadas, hombres y mujeres jóvenes. Vienen del África y llegan a muchos puertos de América, incluidos aquellos clandestinos como Buenos Aires. Llegan los esclavizados y la mayoría que son bajados en el Río de La Plata vienen de Angola.
Desde
Buenos Aires son trasladados para ser rematados en diversas plazas, una de
ellas es Córdoba. En 1580 el cabildo de la ciudad abrió el comercio esclavista,
pero poco tiempo antes, se le adelantó el Obispo del lugar, Don Francisco de
Victoria, ávido de riquezas y compró ilegalmente africanos en Salvador Bahía,
de allí que pasa a la historia como el primer comerciante negrero de Córdoba y
del país.
El
Pueblo de La Toma reside al otro lado de La Cañada, quedan sorprendidos de la “gente distinta” y
perciben que el trato que se les da es peor que al de ellos. También comenzaran
a compartir el territorio, ya que algunos de los recién llegados son traídos a
la chacra de las catalinas, y a la quinta Santa Ana de los jesuitas. Además los
encomenderos comienzan a adquirir esclavizados y el Cabildo hace trabajar a
“indios y negros” en la ciudad.
El
Pueblito desde el principio comienza a relacionarse con ellos, más allá de la
diferencia idiomática pero ambos sectores entienden que en el sistema hispánico
son oprimidos. Los comuneros de La Toma traban amistad con aquellos angoleños y
nace la amistad, los afectos, también la necesidad de compartir la opresión, la
solidaridad y la esperanza. Atraídos por la fuerza de la naturaleza y del amor,
brotan proyectos de vida en común. La prohibición social acerca del matrimonio
de blancos con “indios” o “negros” no existe para los oprimidos. Hay una
diferencia ficticia pero legal: los originarios son “libres” mientras que los
africanos no, por ese motivo el casamiento es también un pasaje a la libertad
de la descendencia.
Del
8 de Mayo al 7 de Junio de 1653 se produce una rebelión de indios y de negros
en el Pueblo de La Toma. El cabildo los hizo trabajar reparando las acequias que llevan agua del Suquía a la
ciudad y les ha prometido pagarle dos reales. Concluida la tarea, el empleador
no cumple lo pactado, a nadie paga dos reales, algunos reciben uno y otros
ninguno, entonces reaccionan y deciden destruir lo reparado, luego huyen a los
montes del Pueblito. Al mes el Cabildo captura a la mayoría de los sublevados y
castiga con azotes a los líderes de la insurrección. El Pueblo de La Toma vive
una experiencia inolvidable: el compartir los sufrimientos no es suficiente, es
necesario atreverse a involucrarse en la lucha por la libertad y la justicia.
En 1764, uno de los grandes caciques del
Pueblo de La Toma, don José Antonio De Iquin, contrajo matrimonio con una
afrodescendiente, doña Dolores Canelo pero fallecido el Curaca, su hijo Don
José Domingo, amado por el Pueblito, es rechazado por el Cabildo y el
Virreinato por “mancha de sangre” y entonces será reconocido Cacique don Juan
de Dios Villafañe, sobrino del difunto que “venía de indio e india”. Las
diferencias de castas son del sistema no del Pueblo de La Toma.
Desde
el siglo XVIII al XXI “la negritud” es parte constitutiva del Pueblito, muchos
comuneros tienen en sus ancestros ambas raíces. Hoy en día, hay gente de la
comunidad que recuerda que los abuelos “vienen de negro y el otro de indio”. El
censo que organizó el Marqués de Sobremonte en el Pueblo de La Toma a fines del
siglo XVIII, resultó que si bien la
mayoría era originaria, había varios afrodescendientes y el dato curioso es que se registra viviendo
en el Pueblito una mujer blanca.
Además
de la convivencia étnica, los unió la espiritualidad, ya que los unos y los
otros, sentían devoción por el padre río, por la tierra, por el territorio, por
las lluvias. La naturaleza los hermanaba más allá de las malas intenciones del
sistema. Originarios y afrodescendientes coincidían en una fuerte relación con
los espíritus, con los aparecidos y con los antiguos. Hoy casi 5 siglos
después, en La Toma, los ancestros de ambos tienen notables coincidencia.
Aunque eso sucede con los diversos pueblos aborígenes. Pensar hoy en una raza
pura es hitlerismo.
El
Pueblo de La Toma, que sigue siendo “lugar de encuentro”, sabe que la esperanza
en un nuevo porvenir se sostiene desde
las causas y las luchas, esas si son
cuestión de piel. Hay futuro por construir, opresiones y avasallamientos
que resistir. No hay diferencias de “negros y de indios” el Pueblito es una
comunidad en la cual somos comuneros aunque actualmente seguimos engrosando la
lista de los excluidos. Hoy como ayer, debemos permanecer unidos a los
políticamente avasallados, a los económicamente explotados, a los culturalmente
alienados.
“Comunidad renacida del Pueblo
de La Toma
el camino quedó abierto
muchas cosas por hacer,
comunero avancemos hacia el sol
que ya se asoma,
construyamos celebrando esta
aurora por nacer”
EL COMUNERO