29.12.22

CEBIL: ÁRBOL SAGRADO DEL PUEBLO DE LA TOMA


La Comunidad originaria del Pueblo de La Toma nos reconocemos comechingones, porque es nuestro tronco étnico principal preexistente a la llegada de los españoles y con existencia actual. Los sanavirones son un pueblo hermano que llegó a nuestras tierras antes de la invasión europea de los siglos XV y XVI y convivíamos en un mismo territorio con la interculturalidad que eso genera. La conquista española formalizada en nuestro valle del Suquía en 1573, forzó el traslado de calchaquíes, avispones y mocovíes  a nuestro espacio y la evangelización hispánica nos obligó con su actividad a un vaciamiento ideológico. La convivencia de distintos pueblos originarios desnudó coincidencias culturales y espirituales que facilitaron un sentido de pertenencia mutua y de resistencia para con nuestros opresores.

Una de las convergencias espirituales fue el uso del CEBIL[1], un árbol que crece solo en América del sur y en toda ella, las comunidades aborígenes le reconocen sacralidad. El cebil es un árbol que crece unos 20 metros o más, su  tronco promedia los 50 cm. De una corteza gris obscura y protuberancias cónicas. Es frondoso brindando protección a animales y personas; sus hojas son semejantes a las de los algarrobos, aunque más largas y espigadas, florece en primavera y verano mientras que en otoño e invierno cuelgan sus vainas marrones obscuras y largas. Junto a los talas, algarrobos, espinillos, quebrachos, piquillines y otras especies, forman parte del bosque nativo.

Así como del algarrobo podemos hacer patay y aloja[2] del cebil se saca una bebida dulce de su corteza, tanino para curtiembre, goma para medicina y madera para construcción. En el Pueblo de La Toma, hubo grandes algarrobales, talares y cebilares, que fueron diezmados por los núcleos urbanos instalados desde la conquista. Córdoba, taló algarrobas, talas y cebiles, para fabricar puertas, ventanas, marcos, tirantes, techos y diversos elementos mobiliarios. Tal fue el desmonte que el Cabildo tuvo que intervenir con ordenanzas en varias oportunidades. La desmesurada desaparición del cebil además de los motivos señalados tiene una razón particular: su uso ritual, su sacralidad. Este árbol era y sigue siendo sagrado para algunas comunidades que le atribuyen propiedades espirituales y curativas.

Varias partes de este árbol, incluida la corteza, los frutos y las semillas, contienen poderosas sustancias alucinógenas, psicoactivas, como la bufotenina[3]. Los chamanes de las diversas comunidades recurrían al árbol para lograr una relación directa con los espíritus. Ya sea para curar, para pronosticar, para adivinar o simplemente para comunicarse con las entidades espirituales, aspiraban el humo de las semillas, trituradas y tostadas, mezcladas con un poco de  cal o cenizas, esta mezcla aceleraba la alucinación, efecto de poca duración en el caso de este árbol. Algunos chamanes exhortaban a su gente a inhalar el polvo de las semillas trituradas o el humo generado por la cocción; para esto último recurrían a pipas, elemento precolombino en toda américa. También masticaban las hojas o mordían la corteza del árbol.

Cuando comenzamos este artículo mencionamos a propósito del tema, la presencia en nuestro territorio de sanavirones, diaguitas, avispones y mocovíes, ya que estas culturas conocían el cebil y sus usos en sus hábitat, y encuentran que en las sierras de Córdoba hay cebiles y forma parte de la cultura ancestral de los comechingones. El cebil fortaleció los vínculos de los pueblos oprimidos y movilizó al Estado y a la Iglesia vecinas del Pueblito para combatir estas prácticas, no solo “por los efectos demoniacos” sino también para acabar con toda resistencia cultural. Además el cebil de por sí, era un obstáculo para el trabajo y la explotación  de los indígenas, planificadas por las instituciones y encomiendas siempre movilizadas por la codicia.

La Inquisición instalada en Córdoba en 1614 y el Cabildo instituido a pocos días de la fundación, fueron los principales responsables de la aniquilación de cebiles de la zona. Sospechamos que más de un caballero de la Santa Hermandad disfrutaba su cama y ropero de la madera del cebil. Hoy sobreviven algunos de estos árboles en las sierras y montes cordobeses y quizás también en las riberas del Suquía o en diversos lugares de la ciudad confundido como un algarrobo.

EL COMUNERO

foto: Cebil en el Jardín Botánico de Córdoba. Territorio Pueblo de La Toma 


[1] Su nombre científico es Adenanthera colubrina, según el lugar se la conoce como vilca, huilco, kurupay, en Córdoba y la región andina se lo conoce como cebil.

[2] Patay es un pan y aloja son comida y bebida que se extrae de los frutos del algarrobo

[3] Es un alcaloide con efectos alucinógenos.