13.2.23

UN TRAIDOR EN EL PUEBLO DE LA TOMA

                                                                                                 

1628. Ramiro marcha presidiendo la delegación de los valles calchaquíes que va a presentarse ante el nuevo gobernador, don Felipe de Albornoz, conocido por su política de sometimiento indígena. El papá de Ramiro, Don Juan Chelimin cacique de los hualfines y abaucanes decide no cumplir con esa formalidad y no presentarse ante el odiado funcionario. Ramiro insiste en representar a su padre y los curacas de los valles convencen al Cacique que autorice al muchacho presidir la delegación.  Ramiro con solo 16 años marcha al frente de la comitiva de paz; va con atuendos distinguidos y una vincha con diadema sujeta sus largos, lacios y renegridos cabellos.  Don Juan de Albornoz, no los deja hablar, se acerca al muchacho presentado como el hijo del Cacique Don Juan Chelimin, lo abofetea y luego lo somete a la màs drástica humillación para un aborigen: “lo mocha”, es decir le corta los cabellos con cuchillo y después hace lo mismo con toda la delegación, ordena azotarlos y los expulsa de la ciudad[1]. La comitiva regresa escupiendo  rabia. Ramiro vuelve en silencio, no sale del desconcierto vivido. Los curacas regresan furiosos a sus comunidades y Ramiro observa el rostro indignado de su padre quien lo abraza con fuerza, luego en los brazos de su madre doña María Utimba, llora. El gritos de guerra se escucha en muchas comunidades, y llega el primer ataque para detener al encomendero don Juan Ortiz y Urbina, que informado se acerca a una mina de oro que estaba buscando. El Cacique de Malcachisco los ataca matando a los exploradores españoles y cautivando a las 4 hijas del encomendero[2]. A Don Juan Chelimin le sigue una veintena de curacas y doce mil guerreros.

El Cacique de Yocavil, de nombre Utimba, era uno de los principales sublevados, padre de la esposa de don Juan Chelimin. Un sobrino suyo, Sebastián Utisa Mallo, pariente de los caciques Uti, silencioso desde las sombras se disgusta por la rebelión y toma partida por el invasor. Los admira y busca ser valorado por ellos. Su afán de riqueza y poder lo lleva a ser aliado de los usurpadores. Al principio actúa entre los suyos como espía, descubierto huye y organiza una tropa de “indios amigos”[3], que junto al ejército español ataca comunidades rebeldes; traiciona y entrega a Don Juan Chelimin, quien es ahorcado y descuartizado por los españoles.

Don Ramiro Chelimin, primogénito del asesinado, lo sucede en el cacicazgo. Con la muerte de Don Juan, Sebastián Utisa Mallo se fortalece, ataca, castiga y masacra a los rebeldes, y ayudado por los españoles derrota militarmente a Don Ramiro. La comunidad hualfin es deportada a Córdoba y a la cabeza de los deportados, marcha Don Ramiro Chelimin, amado y reconocido por los suyos. Los Jesuitas ceden en préstamo terrenos al Cabildo para que residan los hualfines: al norte de la Quinta Santa Ana y al sur del Suquía, donde hoy se encuentra el Hospital Nacional de Clínicas, La Escuela Manuel Belgrano, la ex cervecería Córdoba y el Club Atlético Belgrano. No es casual que una de las calles del lugar se llame Hualfin. Los hualfines forman familia con los camichingones y en poco tiempo, Don Ramiro Chelimin Curaca del Pueblo de La Toma goza de prestigio.

Mientras que Sebastián Utisa Mallo continúa con sus andanzas: fortaleciendo lazos con los sectores de poder hispánico. El Obispo Melchor Maldonado y Saavedra visita a las comunidades no sublevadas cerca de La Rioja, Utisa Mallo llega una tarde y le informa al Obispo, que esa noche lo atacarían y lo convence para huir en caballo, acompañándolo hasta La Rioja; efectivamente esa noche los rebeldes atacan la misión. En Septiembre de 1645, Utisa Mallo se presenta ante el Cabildo de La Rioja junto a una decena de originarios “pidiendo perdón por los delitos de sus hermanos sublevados y protestando vasallaje” era el culmen de una historia de traiciones.

En 1650, Sebastián Utisa Mallo se presenta  ante la justicia cordobesa, solicitando el curacazgo del Pueblo de La Toma. Sostiene que “me pertenece esta comunidad ya que estoy dispuesto a dar la vida por España, y que luchando “contra los indios” puse muchas veces en peligro mi vida. Don Ramiro es hijo del cruel y perverso Juan Chelimin, mientras que el  Gobernador me hizo Cacique y Alcalde Mayor del Pueblo de La Toma compensando mis servicios a la corona. Cuidaré que los indios de La Toma, paguen sus impuestos y realicen sus servicios”. Mientras que Chelimin se presenta a los tribunales diciendo: “Don Ramiro, Cacique principal y legítimo”. Este expediente judicial queda truncado ya que se perdieron o sustrajeron la parte final del proceso[4]. Sospecho con fundamento que la familia Villafañe tiene parentesco con Ramiro Chelimin[5]. Los archivos favorecen la afirmación, que Utisa Mallo y su familia se fueron de Córdoba a San Juan “sintiéndose” cacique hasta su muerte.[6]

La traición ha sido una constante en la historia de las resistencias indígenas. La sed de poder y riqueza o los sentimientos de cobardía y comodidad estimulan estos actos indignos que tienen vigencia actual. Muchas veces los gobiernos disponen espacios no de participación y decisión sino de control y censura. No digo que no hay que relacionarse con el Estado sino no entrar en connivencia con él. En fin…el poder siempre atrae a los traidores.

EL COMUNERO


[1] Pedro Lozano “Historia de la Conquista del Paraguay”. Sacerdote cronista de la conquista.

[2] Aníbal Montes. El Gran Alzamiento Calchaquí pp. 109-110

[3] Los españoles y criollos llaman “indios amigos” a los originarios colaboracionistas del régimen

[4] AHPC Escrib. 1 Leg. 94 exp. 7

[5] AHPC Escrib. 1 Leg. 98 exp 14

[6] AHSJ Caja 4 Cap. 24  F. 6