30.1.23

NEGRITUD EN EL PUEBLITO

Después de meses de travesía por el Atlántico, llegan ellos, enjaulados y hacinados en los barcos negreros, ensuciados por sus orinas y materias fecales, empapadas por su menstruación, muchos de ellos y ellas prefieren largarse al mar para liberarse; por eso varios vienen encadenados, y todos por las noches enjaulados. Estas personas han sido cazadas por los esclavistas o trocadas por telas y artefactos. Llegan heridos y hambrientos; llegan embarazadas, hombres y mujeres jóvenes. Vienen del África y llegan a muchos puertos de América, incluidos aquellos clandestinos como Buenos Aires. Llegan los esclavizados y la mayoría que son bajados en el Río de La Plata vienen de Angola.

Desde Buenos Aires son trasladados para ser rematados en diversas plazas, una de ellas es Córdoba. En 1580 el cabildo de la ciudad abrió el comercio esclavista, pero poco tiempo antes, se le adelantó el Obispo del lugar, Don Francisco de Victoria, ávido de riquezas y compró ilegalmente africanos en Salvador Bahía, de allí que pasa a la historia como el primer comerciante negrero de Córdoba y del país.

El Pueblo de La Toma reside al otro lado de La Cañada,  quedan sorprendidos de la “gente distinta” y perciben que el trato que se les da es peor que al de ellos. También comenzaran a compartir el territorio, ya que algunos de los recién llegados son traídos a la chacra de las catalinas, y a la quinta Santa Ana de los jesuitas. Además los encomenderos comienzan a adquirir esclavizados y el Cabildo hace trabajar a “indios y negros” en la ciudad.

El Pueblito desde el principio comienza a relacionarse con ellos, más allá de la diferencia idiomática pero ambos sectores entienden que en el sistema hispánico son oprimidos. Los comuneros de La Toma traban amistad con aquellos angoleños y nace la amistad, los afectos, también la necesidad de compartir la opresión, la solidaridad y la esperanza. Atraídos por la fuerza de la naturaleza y del amor, brotan proyectos de vida en común. La prohibición social acerca del matrimonio de blancos con “indios” o “negros” no existe para los oprimidos. Hay una diferencia ficticia pero legal: los originarios son “libres” mientras que los africanos no, por ese motivo el casamiento es también un pasaje a la libertad de la descendencia.

Del 8 de Mayo al 7 de Junio de 1653 se produce una rebelión de indios y de negros en el Pueblo de La Toma. El cabildo los hizo trabajar reparando  las acequias que llevan agua del Suquía a la ciudad y les ha prometido pagarle dos reales. Concluida la tarea, el empleador no cumple lo pactado, a nadie paga dos reales, algunos reciben uno y otros ninguno, entonces reaccionan y deciden destruir lo reparado, luego huyen a los montes del Pueblito. Al mes el Cabildo captura a la mayoría de los sublevados y castiga con azotes a los líderes de la insurrección. El Pueblo de La Toma vive una experiencia inolvidable: el compartir los sufrimientos no es suficiente, es necesario atreverse a involucrarse en la lucha por la libertad y la justicia.

 En 1764, uno de los grandes caciques del Pueblo de La Toma, don José Antonio De Iquin, contrajo matrimonio con una afrodescendiente, doña Dolores Canelo pero fallecido el Curaca, su hijo Don José Domingo, amado por el Pueblito, es rechazado por el Cabildo y el Virreinato por “mancha de sangre” y entonces será reconocido Cacique don Juan de Dios Villafañe, sobrino del difunto que “venía de indio e india”. Las diferencias de castas son del sistema no del Pueblo de La Toma.

Desde el siglo XVIII al XXI “la negritud” es parte constitutiva del Pueblito, muchos comuneros tienen en sus ancestros ambas raíces. Hoy en día, hay gente de la comunidad que recuerda que los abuelos “vienen de negro y el otro de indio”. El censo que organizó el Marqués de Sobremonte en el Pueblo de La Toma a fines del siglo XVIII,  resultó que si bien la mayoría era originaria, había varios afrodescendientes  y el dato curioso es que se registra viviendo en el Pueblito una mujer blanca.

Además de la convivencia étnica, los unió la espiritualidad, ya que los unos y los otros, sentían devoción por el padre río, por la tierra, por el territorio, por las lluvias. La naturaleza los hermanaba más allá de las malas intenciones del sistema. Originarios y afrodescendientes coincidían en una fuerte relación con los espíritus, con los aparecidos y con los antiguos. Hoy casi 5 siglos después, en La Toma, los ancestros de ambos tienen notables coincidencia. Aunque eso sucede con los diversos pueblos aborígenes. Pensar hoy en una raza pura es hitlerismo.

El Pueblo de La Toma, que sigue siendo “lugar de encuentro”, sabe que la esperanza en un nuevo porvenir  se sostiene desde las causas y las luchas, esas si son cuestión de piel. Hay futuro por construir, opresiones y avasallamientos que resistir. No hay diferencias de “negros y de indios” el Pueblito es una comunidad en la cual somos comuneros aunque actualmente seguimos engrosando la lista de los excluidos. Hoy como ayer, debemos permanecer unidos a los políticamente avasallados, a los económicamente explotados, a los culturalmente alienados.

                 “Comunidad renacida del Pueblo de La Toma

                   el camino quedó abierto muchas cosas por hacer,

                   comunero avancemos hacia el sol que ya se asoma,

                   construyamos celebrando esta aurora por nacer”

EL COMUNERO